“Cambiar al mundo, amigo Sancho, que
no es locura ni utopía sino justicia”
“La guerra de Irak dejó
más de 100.000 muertos y 2,2 millones de desplazados” este es el titular del 1
de mayo de 2003 de un periódico virtual, al titular le sigue “También hay que
sumar a las víctimas de esta guerra a los más de 4.400 soldados estadounidenses
que murieron.”
Para el mundo sólo será
un titular y una escalofriante cifra de fallecidos, números en los que no nos
paramos a pensar, nos parecen inmensos pero no profundizamos en lo que cada
número significa.
Cada número significa
una casa destrozada, una madre que jamás volverá a ver a su hijo entrar por la
puerta de casa, un hermano o una hermana que no podrá disfrutar de su hermano,
ni podrá compartir sus alegrías con él. Por no hablar de los tantos de mujeres
y hombres que no podrán volver a abrazar a su pareja, ni volver a disfrutar de
un amanecer juntos.
Incluso la cantidad de
niños que crecerán sin un padre o una madre…. Ellos jamás lo entenderán, pero…
¿Quién lo entiende?
Quién entiende que por
una falta de intereses comunes entre los presidentes de dos países, se entró en
guerra y ese fue el fin de miles de vidas e infinitos sueños…
Los únicos que entienden
la guerra son los grandes gobernantes, porque son quienes van a salir ilesos de
ella.
Jaime Nubiola dice: “No
se trata del petróleo, ni del dominio político militar, sino la necesidad
humana de matar” pero creemos que va más allá. Se trata de la necesidad humana
de poder, ya que cuando uno consigue un poco aparece un ansia de más poder. Es
justo allí donde se enfatiza el yo, desaparece el resto del mundo y empieza el
problema. Deberíamos deshacernos del paradigma actual de la ley del más fuerte,
de la explotación económica y de la guerra como el medio legítimo para resolver
conflictos.
Está en nuestras manos cambiar el sistema empezando
por nuestra forma de pensar, predicar la paz en el mundo parece una utopía,
algo lejos de nuestro alcance. Pero podemos aportar nuestro granito de arena
eliminando los prejuicios y no discriminando por la raza, estatus social,
creencias religiosas o sexualidad. Juan Pablo II es un buen ejemplo quien
fomentó el Ecumenismo y la paz mundial. Lo principal es dejar de lado el
individualismo y el rechazo a lo diferente.
Debemos
estar por encima de las clases sociales, dar un paso al frente y ser valientes
de romper esquemas y con pequeños detalles; como en Italia donde un hombre
entró en una cafetería y preguntó: “¿Hay un café para mí?” e inmediatamente le
sirvieron un café gratis, esto ocurre gracias a la solidaridad de otras personas
que piden un café y otro para una persona sin dinero, es así como los “homeless” italianos pueden disfrutar de
algo tan simple como un reconfortante café caliente. Es una iniciativa digna de
admiración y muy satisfactorio que esto haya llegado a España, como por ejemplo
en A Coruña.